Hemos estado aprendiendo que nuestra identidad, es lo que nos catapulta hacia nuestro destino.
El principio del primogénito es la posición de la herencia en Cristo que nosotros hemos recibido. Mientras que la simiente de Cristo que habita en nosotros, es el hijo maduro.
Dios no le entrega autoridad a un nepio (niño, infante). El obedecer los principios en la Palabra de Dios nos coloca en la posición del hijo maduro. Debemos sacar todos los residuos de Egipto de nuestras mentes y de nuestros corazones. Egipto representa una casa de servidumbre, de esclavitud, que procura abortar la imagen y semejanza en los hijos de Dios. Entre las actitudes que manifiestan a Egipto están: la inmadurez, murmuración, espíritu de queja, ingratitud, rebelión, obstinación, desobediencia y terquedad.
A medida que el hijo de Dios crece y madura, la imagen de Dios va a ser preservada sobre la faz de la tierra. Por lo cual, debemos conectarnos a una voz legal, para no endurecer nuestros corazones a causa de los sistemas que han arropado el planeta tierra. Y sobre todo, debemos retener la fe, la cual nos informa para ser obedientes por medio de la confianza en nuestro Padre.
Citas bíblicas de referencia:
Hebreos 3:1-18
Gálatas 4:1-3